domingo, 18 de abril de 2010

Wim Wenders en los setentas

Junto con Reiner Fassbinder y Werner Herzog, Wenders fue una de los artífices del nuevo cine alemán de la década del setenta. Si bien su reconocimiento internacional llegó en el decenio subsiguiente con películas como Paris Texas o El cielo sobre Berlín, es en este período donde se fijan las ideas que Wenders desarrollaría a lo largo de toda su filmografía.

Los tópicos del director son claramente discernibles: los personajes principales son generalmente hombres lacónicos (hasta para ser alemanes), en la búsqueda de algo que de un significado a sus vidas, todo enmarcado en un clima de road movie y con comentarios sociales sobre la influencia norteamericana en la cultura alemana de posguerra.

En particular me interesa desarrollar tres films de este período, dos de ellos pertenecen a la “trilogía de la carretera” con Rüdiger Vogler como protagonista y el otro es un film inmediatamente posterior a dicha trilogía.

Alicia en las ciudades - Alice in den Städten - (1974)

Rüdiger Vogler es Phillip Winter, un escritor designado para cubrir un reportaje sobre la “América profunda” (en otras palabras el medio oeste norteamericano, donde es mayoría la clase blanca protestante). Durante la primer parte de la peli vemos a un Phillip alienado, perdido en un mundo que le es completamente ajeno: hoteles, oficinas, salas de espera, aeropuertos, etc. Vacío de sentimiento y compañía, al borde de la locura, arruinado y desmotivado, harto de un trabajo que no puede cumplir y de un país que no puede comprender. Toma constantemente fotografías de objetos y personas con una Polaroid a lo largo del viaje, pero esto último lo realiza menos para dejar registro de los eventos que para tal vez recordarse a sí mismo.

Tras pasar un mes recorriendo los Estados Unidos, Phillip decide volver a Alemania. Al llegar a Nueva York informa a su editor que no realizó casi nada de su artículo. Para llegar a su país natal debe sortear una huelga del transporte aéreo; en el aeropuerto se encuentra con una mujer y una niña también alemanas en la misma situación, y como la mujer no habla bien el inglés, él la ayuda a sacar sus pasajes. Los tres acaban en la misma habitación de un hotel. Pero la mujer se las toma a la mañana siguiente dejándole el recado de llevar a su hija (Alice) a Alemania, donde se encontrarían al día siguiente. Y así comienza la reconciliación de Phil consigo mismo y con el mundo. De la rabia y la torpeza en su relación con la niña del comienzo pasamos, a causa de que la madre no se presente, al fastidio primero y al cariño y el entendimiento después, hasta que al llegar el momento de la separación ellos la posterguen hasta más allá del fin de la película.

La relación entre Alice y Phillip girará en torno a la búsqueda de algún familiar que pueda hacerse cargo de ella. Pero el viaje físico acaba resultando más un viaje interior que le conduce a un estado de ánimo que transforma su visión de si mismo, de las relaciones, y de sus propias prioridades, acabando de regalo con su bloqueo emocional y autoral. Phil no sólo cuida de Alice; gracias a ella va a aprender a confiar, a valorar de las personas. Su miedo a mirar a la vida directamente se refleja en su adicción a la Polaroid, pero tras la llegada a Alemania, como le hace ver Alice, deja por completo de hacer fotos y vuelve con ganas a la libreta.

El film está dirigido en blanco y negro, con la cámara muy pegada a los rostros, con muchos planos subjetivos y bastante movimiento, haciendo partícipe al espectador de los paseos en auto de los protagonistas y de sus sensaciones ante la televisión, la comida o los hoteluchos que frecuentan. Fue la primera que comenzó a darle a Wenders un cierto reconocimiento internacional, buena parte del argumento tiene ecos de lo que el director haría en Paris Texas diez años después.



En el curso del tiempo - Im Lauf der Zeit - (1976)

Nuevamente aparece Rüdiger Vogler, en esta es Bruno Winter (en una analogía con Phillip Winter). Bruno viaja por el interior de Alemania reparando viejos proyectores de cine en pueblitos alejados de las grandes urbes teutonas. Lee novelas pulp americanas y escucha en un pequeño tocadiscos a Robert Johnson y bandas garage.

Mientras Bruno hace una parada en su viaje y está afeitándose un pequeño Volkswagen aparece en la distancia y se sumerge a toda velocidad en un lago adyacente al trailer de Bruno. Mientras el auto empieza a hundirse un hombre sale por el techo y nada hasta la orilla, Bruno lo mira risueño y ofrece acercarlo. Este hombre es el personaje de un brillante Hanns Zischler, que a medida que transcurre la película, nos vamos enterando que huye de un matrimonio fracasado y una mala relación con su padre.

A partir de este momento los dos protagonistas comienzan un recorrido a través de todo el país, hacieno paradas en distintas ciudades. Los personajes son lacónicos, no tienen casi nada que decirse e intentan hacerse compañía en su soledad a pesar de que por momentos no se lleven demasiado bien.

Wenders filma nuevamente en blanco y negro. Se trabajó sin un guión escrito, se filmó en alrededor de tres semanas con la trama siendo constantemente improvisada, donde Wenders adhería elementos al argumento a medida que vislumbraba algo que llamaba su atención. Es éste un film que expone y en cierto modo, culmina las mejores y recurrentes ideas de la filmografía de Wim Wenders: el film en movimiento perpetuo (la película de carretera); la búsqueda de la identidad y la imposibilidad de la reconciliación con las raíces (la Alemania de posguerra); y la reflexión sobre el estado de las cosas del propio medio cinematográfico.

Es genial el tema principal de la película, donde una guitarra acústica inicial cede protagonismo a un bello slide que crea un clima rutero y existencialista.

La película se construye casi como un experimento sobre la temporalidad, llevando a las últimas consecuencias la idea de la película-viaje: dice Wim Wenders que En el curso del tiempo quería ser un film " en el que pudiera hacer salir libremente aquello que me interesase a lo largo del camino, teniendo las manos libres para poder inventar la historia durante la elaboración. Una película que a partir de la mitad, todo pudiera ocurrir de modo completamente distinto".



El amigo americano - Der Amerikanische Freund – (1977)

En este film, un genial Bruno Ganz (quien más adelante haría del mismísimo Adolf Hitler en La Caída) hace de un marquista, especialista en detectar cuadros apócrifos.
En una subasta conoce al personaje interpretado por Dennis Hopper, donde el mismo le informa que tiene leucemia y poco tiempo de vida. Hopper pone en contacto a Ganz con una organización mafiosa para que aniquile a un par de individuos, de forma de dejar algún dinero antes de morir a su esposa y su pequeño hijo.

A medida que Ganz va realizando sus misiones, no sin cierta dificultad, entre los protagonistas crece una relación de amistad. Tal vez sea por la adversidad, tal vez por culpa, Hopper intenta ayudar a Ganz e incluso llega a hacer su trabajo por él. Cerca del final de la película, Wenders nos desorienta lo suficiente como para no saber a ciencia cierta si el tipo está realmente muriéndose de leucemia o es todo un arreglo de los malvivientes.

Es esta una película de género policial, un thriller básicamente y, como en cualquier buena película de género negro que se precie, Wim Wenders sabe captar la agresividad soterrada y amenazadora de la gran ciudad. Berlín, París, Nueva York: el infierno. Las deshumanizadas estaciones de metro, tren y avión, el aséptico túnel que conduce a Ganz hasta el despacho de su médico particular, el suburbio portuario en el que vive, las frías habitaciones de hotel, los videos (testigos mudos de la muerte), las artificiales luces de neón y los inhumanos skylines de las grandes ciudades.

La labor de Wenders luce de manera especial en las escenas de los asesinatos. Ambas son un prodigio de ritmo. El primero de ellos, en el metro de Paris, es un descenso a los infiernos en toda regla. Wenders no hace uso de los diálogos ni de la música; sólo el ruido, amortiguado, del metro acompaña a las imágenes. El montaje y el uso de las miradas logran una escena de nueve minutos magistral. El asesinato culmina con una filmación de una filmación: vemos la huída de Ganz a través de las pantallas de video del equipo de seguridad.

Wenders filma esta película en color y con un gran detalle en el uso de los planos subjetivos así como del sonido y la música. Hace referencia a The Beatles y a The Kinks (como en casi todos sus Films). Es por esta obra que Wenders llamó la atención de Francis Ford Coppola, quien lo contrató para realizar Hammett unos años después (aunque Coppola terminaría despidiendo a Wenders y filmando el mismo la mayor parte).

1 comentario:

  1. Acá dejo la escena del primer asesinato en El amigo americano:

    http://www.youtube.com/watch?v=B7o0CLl0DVg&feature=related

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